Avatares de la vida, narrativa publicada, ebook y papel. amazon.es (fragmento III)

Los días siguientes Elisa los dedicó a leer el manuscrito y añadió algunas cosas. El relato plasmaba los años que vivieron juntos y alguna referencia del pasado. Fue en ese capítulo donde ella añadió alguna cosa.

Unos días más tarde tuvo otro sueño que la dejó intrigada. Estaba sentada en la cima de un monte y en el valle, a lo lejos percibía a una multitud de personas y animales que se desplazaban con frenesí. Estaba absorta en la contemplación cuando observó a un hermoso corzo que se acercaba, cuando se encontró cerca de ella le habló sin palabras y comprendió lo que le decía sin utilizar ningún sonido: —lo que ves es el flujo de la vida en su constante movimiento ¡fíjate bien!— Elisa enfocó con precisión el valle y observó cómo algunos caían en una profundidad invisible y desaparecían, mientras otros continuaban moviéndose y agitándose: había personas mayores, jóvenes, niños, humanos de todas las edades, y toda clase de animales. En apariencia todos caminaban al mismo ritmo. El corzo que había leído su pensamiento volvió a hablar, —si te fijas bien podrás ver que el ritmo no es el mismo ¡vamos a acercarnos un poco!—. En efecto, de cerca se percibían a los humanos inmersos en conseguir toda clase de deseos, poder, amor, dinero y reconocimiento, entre otras cosas bien conocidas por Elisa, mientras que los animales más relajados se interesaban en alimentarse y reproducirse. Parecía que sus vivencias eran largas, pero vistas desde lo alto se apreciaba su brevedad. Al final de la carrera solo iban quedando algunos muy fatigados, que inexorablemente también caían en la profundidad, mientras que nuevos flujos nacían e iniciaban el recorrido. —¿Es eso la vida? —preguntó Elisa con su pensamiento —¡creo que sí! —dijo el corzo, y la profundidad es la muerte. Lo más sorprendente es que los humanos están tan absortos en conseguir sus anhelos que se olvidan de vivir, actúan como si fueran inmortales y sin darse cuenta llegan al final sin haber aprovechado las posibilidades del camino, ni haber apreciado o conocido, lo que les rodea. Aunque algunos experimentan sufrimientos exagerados, y otros, alegrías insospechadas debido a una desigualdad que seguramente, el conocimiento superior adquirido o la ignorancia, tienen mucho que ver. Al final de esas palabras el corzo se esfumó y Elisa despertó.

 

Prólogo e introducción de mi novela, «Avatares de la vida» publicada en Amazon.es, ebook y tapa blanda.

                                           Prólogo

Elisa y Antonio comienzan el camino de su vida por separado con historias banales y diferentes: en ellas experimentan acontecimientos de la existencia que incluyen los avatares conocidos como amores, fracasos, dificultades …. Que los dos compaginan en sus vivencias cotidianas con inquietudes existenciales, y ansias de conocimiento.

En el ocaso de sus vidas se encuentran y viven una experiencia amorosa racional, al mismo tiempo que comparten sus anhelos transcendentes sin fanatismo y con naturalidad.

Cuando están cerca del final de sus caminos serenos y confiados, la separación se impone por el deterioro vital. Elisa que sobrevive un tiempo más analiza sus vivencias pasadas llegando a la conclusión de que continúa igual de ignorante y sin embargo, no es la misma. Se da cuenta al observar a sus semejantes, de que las personas independientemente de los entresijos o dificultades, experimentadas durante el trayecto, en los últimos pasos de sus existencias todas son igual de importantes.

El relato plasma la madurez y maestría de dos personas durante el trayecto vital acentuándose en el último, donde los jóvenes si tienen el privilegio de acumular años también vivirán. Sobre ese tema se ha escrito muy poco, dando a entender que las experiencias de las personas con arrugas no importan.

 

                                                         Introducción

 

    Mientras camino por la vereda del río en la ciudad pienso en mis actividades recientes. Hace unos meses que me falta la energía necesaria para escribir y estoy sumida en una rutina un tanto aburrida entrelazada con reflexiones existenciales. Mientras observo el paisaje con el cántico de los pájaros, el murmullo del agua, la esbelta silueta de los chopos, con un sol que ilumina lánguido en el final de la tarde e invita a la ensoñación. Sigo el trayecto ignorando la presencia de algún paseante con los auriculares puestos o concentrado en su propio caminar, mi mente ha recordado a los personajes de esta novela escrita hace más de un año y que reposaba entre mis documentos. En ella por medio de un narrador que tiene mucha similitud conmigo misma, plasmo las vivencias de dos personas desde su adolescencia, hasta la última etapa de sus vidas, inspirándome en experiencias de mi entorno y añadiendo mis propias fantasías.

Los protagonistas <en especial Elisa> tienen inquietudes místicas o transcendentes, y se entremezclan tímidamente entre los relatos puramente racionales.

El mundo avanza a un ritmo vertiginoso en el dos mil diecisiete y mi pensamiento también. Cuando plasmo las percepciones tengo la esperanza de que otros las lean y analicen el contenido: pienso que la mayoría de escritores esperan lo mismo y si no lo consiguen, piensan que quizás generaciones futuras lo hagan. Confieso que esa perspectiva me ha ayudado algunas veces, pero hace algunos días que empiezo a cuestionar la racionalidad del tiempo. Todo lo que hago, pienso o percibo ¿es real?, ¿puede suceder que cuando mi consciencia se agote por la muerte del cuerpo, todo lo vivido o pensado, incluido el entorno con las personas, los trabajos literarios o de otra índole, también mueran? Esa posibilidad anula toda esperanza de que futuras generaciones lean las obras porque esas supuestas sociedades solo estaban en mis pensamientos mientras experimentaba el sueño vital.

Esas reflexiones me conducen a admitir las afirmaciones de muchos filósofos cuando comentan que solo existe el aquí y el ahora: si en este presente mis obras tiene dificultades para ser leídas, el valor de la escritura se reduce a los momentos placenteros mientras las creo. ¿Si fuera así valdría la pena plasmarlas en folios o con solo pensarlas bastaría?

La otra noche tuve un sueño donde actualidad y episodios transcendentes se mezclaban y eran tan reales como el estar escribiendo esto. Cada vez tengo más dudas sobre la veracidad de la existencia y se acentúa mi convicción, de que todo significado escapa a nuestra pobre comprensión racional.

Sin embargo, también pienso que cada cosa posee su propio ritmo y debe de plasmarse desde el momento percibido sin preguntarnos otra cosa, pues para llegar a percepciones más avanzadas las referencias del pasado son necesarias.

Jostein Gaarder en una de sus obras señala que podemos ser los personajes de una novela, que se mueven en el mundo que nos rodea con todos sus misterios «incluido el universo», que una mente superior está escribiendo. Esto me lleva a reflexionar sobre el tema y pienso que en esa supuesta realidad, cada personaje es  protagonista de una vida impuesta  y ella dura el tiempo que el autor considere conveniente. El mundo se puede acabar cuando los personajes desaparezcan o el escritor decida poner una página con un final relativo. Dentro de nuestra ignorancia todas las posibilidades tienen cabida.

En esta novela he querido reflejar integralmente las vidas de dos personajes que se mueven en la atmósfera de esa supuesta realidad llamada existencia, donde el amor en todas sus formas y épocas está presente.