Prólogo
Elisa y Antonio comienzan el camino de su vida por separado con historias banales y diferentes: en ellas experimentan acontecimientos de la existencia que incluyen los avatares conocidos como amores, fracasos, dificultades …. Que los dos compaginan en sus vivencias cotidianas con inquietudes existenciales, y ansias de conocimiento.
En el ocaso de sus vidas se encuentran y viven una experiencia amorosa racional, al mismo tiempo que comparten sus anhelos transcendentes sin fanatismo y con naturalidad.
Cuando están cerca del final de sus caminos serenos y confiados, la separación se impone por el deterioro vital. Elisa que sobrevive un tiempo más analiza sus vivencias pasadas llegando a la conclusión de que continúa igual de ignorante y sin embargo, no es la misma. Se da cuenta al observar a sus semejantes, de que las personas independientemente de los entresijos o dificultades, experimentadas durante el trayecto, en los últimos pasos de sus existencias todas son igual de importantes.
El relato plasma la madurez y maestría de dos personas durante el trayecto vital acentuándose en el último, donde los jóvenes si tienen el privilegio de acumular años también vivirán. Sobre ese tema se ha escrito muy poco, dando a entender que las experiencias de las personas con arrugas no importan.
Introducción
Mientras camino por la vereda del río en la ciudad pienso en mis actividades recientes. Hace unos meses que me falta la energía necesaria para escribir y estoy sumida en una rutina un tanto aburrida entrelazada con reflexiones existenciales. Mientras observo el paisaje con el cántico de los pájaros, el murmullo del agua, la esbelta silueta de los chopos, con un sol que ilumina lánguido en el final de la tarde e invita a la ensoñación. Sigo el trayecto ignorando la presencia de algún paseante con los auriculares puestos o concentrado en su propio caminar, mi mente ha recordado a los personajes de esta novela escrita hace más de un año y que reposaba entre mis documentos. En ella por medio de un narrador que tiene mucha similitud conmigo misma, plasmo las vivencias de dos personas desde su adolescencia, hasta la última etapa de sus vidas, inspirándome en experiencias de mi entorno y añadiendo mis propias fantasías.
Los protagonistas <en especial Elisa> tienen inquietudes místicas o transcendentes, y se entremezclan tímidamente entre los relatos puramente racionales.
El mundo avanza a un ritmo vertiginoso en el dos mil diecisiete y mi pensamiento también. Cuando plasmo las percepciones tengo la esperanza de que otros las lean y analicen el contenido: pienso que la mayoría de escritores esperan lo mismo y si no lo consiguen, piensan que quizás generaciones futuras lo hagan. Confieso que esa perspectiva me ha ayudado algunas veces, pero hace algunos días que empiezo a cuestionar la racionalidad del tiempo. Todo lo que hago, pienso o percibo ¿es real?, ¿puede suceder que cuando mi consciencia se agote por la muerte del cuerpo, todo lo vivido o pensado, incluido el entorno con las personas, los trabajos literarios o de otra índole, también mueran? Esa posibilidad anula toda esperanza de que futuras generaciones lean las obras porque esas supuestas sociedades solo estaban en mis pensamientos mientras experimentaba el sueño vital.
Esas reflexiones me conducen a admitir las afirmaciones de muchos filósofos cuando comentan que solo existe el aquí y el ahora: si en este presente mis obras tiene dificultades para ser leídas, el valor de la escritura se reduce a los momentos placenteros mientras las creo. ¿Si fuera así valdría la pena plasmarlas en folios o con solo pensarlas bastaría?
La otra noche tuve un sueño donde actualidad y episodios transcendentes se mezclaban y eran tan reales como el estar escribiendo esto. Cada vez tengo más dudas sobre la veracidad de la existencia y se acentúa mi convicción, de que todo significado escapa a nuestra pobre comprensión racional.
Sin embargo, también pienso que cada cosa posee su propio ritmo y debe de plasmarse desde el momento percibido sin preguntarnos otra cosa, pues para llegar a percepciones más avanzadas las referencias del pasado son necesarias.
Jostein Gaarder en una de sus obras señala que podemos ser los personajes de una novela, que se mueven en el mundo que nos rodea con todos sus misterios «incluido el universo», que una mente superior está escribiendo. Esto me lleva a reflexionar sobre el tema y pienso que en esa supuesta realidad, cada personaje es protagonista de una vida impuesta y ella dura el tiempo que el autor considere conveniente. El mundo se puede acabar cuando los personajes desaparezcan o el escritor decida poner una página con un final relativo. Dentro de nuestra ignorancia todas las posibilidades tienen cabida.
En esta novela he querido reflejar integralmente las vidas de dos personajes que se mueven en la atmósfera de esa supuesta realidad llamada existencia, donde el amor en todas sus formas y épocas está presente.